Manifiesto en favor de
lo irregular y sorpresivo
(Desde el Colegio de Escritores de Latinoamérica)
Arturo Córdova Just
Ir contra el molde, romperlo desde el estómago mismo del poema. Desde el devenir acústico de las palabras.
El poema crea a su Poeta, lo subyuga, le da una personalidad que no sólo es la de él. De hecho lo multiplica, lo enseña a soñarse: caras de una sola cara, juego para dinamitar a la razón.
La Poesía no es un credo (es la verdad sin sujetar a la verdad). De allí que la compulsión eficientista la niegue. Sea rechazada por la cardiopatía de la calidad total. Por el capitalismo y su productividad de naderías.
La Poesía no construye ciudadanos de bronce, ni actitudes eméritas. El Poeta se da por sed, en el abismo del espejo donde, además de él, están quienes lo habitan.
La belleza adquiere una dimensión extraordinaria si se aceptan los fantasmas, al niño y al joven que irán con nosotros hasta lo final.
La Poesía no es la academia. No es ubicable dentro del control escolar. Des – quicia. Es aún lo ignorado, lo que está por acontecer.
A los 50 años, con una inteligencia labrada en fuego, Paul Valéry volvió a interesarse por escribir poemas. Ese interés implicaba el regreso a las primeras visiones, al jardín primordial de su Mediterráneo.
Hay mucho de barbarie en la tecnología. La Poesía, en cambio, es nuestra naturaleza: relaciones no marcadas por la sumisión, sí por el diálogo.
El acto poético es oírse caminar desnudo de juicios a priori, de las ideas distorsionadas hasta la ideología, hasta el falangismo de lo blanco y lo negro.
En sociedades en las que se exige que todos sean iguales, la Poesía es un ser único invitando a la diversidad exigente, lúcida y placentera. Es la plenitud de encontrarse y elegir un destino propio (máscara griega resolviéndose en persona).
Su fertilidad reside en que no es útil. Ve lo que no ven los grisáceos. Está en guerra contra la crisis humanitaria por la que atraviesa el planeta, despliega novedades en las relaciones entre el espíritu, el cuerpo y las cosas.
La Poesía no es fácil, no se da a la primera, pide sucesivas lectura, pasa de generación en generación, se comparte en secreto y, sin embargo, no está sujeta a la exhibición confesional, a los retruécanos simples de la fugacidad mediática.
Baudelaire comprendió que el manantial poético surge del centro, pero se entreteje en los márgenes. Lo representa Teseo al abrir los ojos y aprehender la oscuridad. El Minotauro respira, su cuerpo es de brasas. Teseo meterá las manos en el caldero más hirviente. No las dominará, pero se entenderá con las llamas.
Saber de vida y de muerte, la Poesía es una pirámide a la inversa, fecunda la tierra y logra la lluvia. El yo soy otro de Rimbaud no es nada más un rayo verbal. Implica el reconocimiento de un lado en penumbra, de una era geológica de nuestra piel.
Para serlo hay que parecerlo. El Poeta principia por una actitud, da por inadmisible la traición a su oficio, so pena de perecer devorado por su contrario más íntimo.
Aunque emplee recursos complejos, o avance por escarpadas pronunciaciones del lenguaje, a la Poesía se le trabaja en la zona de lo vivencial, en los cortes más finos del ritmo y la vocalización.
Mientras los pragmáticos muelen la realidad tornándola en un fraude, la Poesía corre en sentidos contrarios. Mostrándole la frente, lee al reverso del pensamiento. Clama por la riqueza de ángulos, por la perfección de la obra.
El consumo apuesta por lo pasajero, por el úsese y tírese de objetos y personas. Las políticas laborales explotan al máximo los bienes terrenales, eso incluye a la gente. La producción detenta un carácter fabril: mata a los obreros y busca el colapso de los ejecutivos, hace de la muerte un suceso pequeño, serializado. En contraste, la animosidad poética reinaugura nuevas y antiquísimas vertientes: el escalofrío de reconocer nuestra contingencia. La senda lúdica de convertirnos en lo que somos (Aristóteles) y desafiar a las tiranías.
La poética quiere arrinconar a los reduccionistas, y su depósito monetario por la salvación de sus almas, al globalizador creyente en el dios del castigo, de la violencia, de la tierra pensada sólo como una ruta de evacuación.
El Poeta honra el verso llevándolo a la lujuria. Realiza lo irrealizable para los dignatarios: sacar de los escombros a las sirenas. Le tiene sin cuidado enloquecer de rabia, indignarse ante la indolencia de los conductores mirando desde muy arriba a los indigentes.
La Poesía es una espada, el jardín de las delicias de quienes recuerdan el futuro.
El poder vertical es la reiteración de la neurosis, es domesticar los discursos e introyectarlos para no financiar a permanentes policías junto al esclavo. Es las tijeras metafísicas cuyos objetivos son trocear los peligros de la subjetividad. Su intención es volver a todos ninguno.
Conservar el status quo requiere de lo no existencia de las personas. Sedar por medio de una educación altamente ideologizada. Convencer del temor a los sentimientos.
En la mundialización, el dinero cruza las fronteras mientras la gente se queda atada a un horario (si es que lo tiene). Por eso el placer de la escritura poética causa pánico. Con ella, lo político no se reduce al voto, se amplía escapando del rebaño. Al asumir texturas, sensaciones, independencia de gusto y de criterios.
La fluidez de un Poeta es confiar en la mirada, en la voluntad del tacto, en lo íntimo de un libro, en el goce por escuchar la ramificación verbal del poema, en asir lo inseparable de forma y contenido, en borrar nuestros nombres de la libreta del carcelero.
La seminal Poesía insistirá en no seguir a los pastores. Es la soledad sonora (San Juan de la Cruz). Se expande en círculos. Es la persistencia de un Reino Milenario, es la llave de tu vientre, es el mar abriéndose para que pase el viento.
Aquí, en conglomerados donde la mortandad es el cultivo más apreciado, donde las cifras y estadísticas adquieren el esquema de la ritualización, donde los don nadie administran con éxito el desánimo, y regulan minuciosamente la destrucción de ríos, especies, pueblos, bosques.
Aquí, la Poesía le toma el pulso a la interioridad, registra el color de tu voz, los afanes de alguien cuando se siente en alguien. Aquí, la Poesía rescata a la belleza de las manos de sus captores, interviene el teléfono del asesino que planea el terror desde sus oficinas.
La Poesía es el carnaval: invierte los papeles, desactiva la solemne frivolidad, conspira con los pájaros, cree en los que ya no creen, se niega a seguir la receta del psiquiatra, los primeros auxilios del inquisidor. Estipula sus responsabilidades desde el tú y yo. Es el arrojo de un adulto que no niega que fue un adolescente.
La Poesía quiebra los métodos retóricos, se deslinda del birrete y de la toga. Prefiere la sorpresa, lo volcánico, la actividad mental, la mordida a un durazno, cruzar en globo y celebrar a la tierra desde las perspectivas. La Poesía: desmontaje de la Torre de Babel, la ciudad y sus más notables cicatrices.
La Poesía: pan de cópula para quien la desee, arma de múltiples filos. Es la vocal del luminoso y del rebelde, de los excéntricos y equilibristas. Es un instrumento polifónico, el camino hacia el escenario del sí mismo y del nosotros.